Un delgado manto de silencio
cubre de caricias mi corazón dormido.
Un suspiro profundo,
en el abismo de mis sueños,
sediento nombra tu piel,
tierno manjar de mis labios;
otrora manso rehén
de la furia de mis manos.
Los aromas dulces,
tus sabores intensos,
lentos quedan atrás
como vértigo de otro tiempo.
En la hora más serena,
el color de la mañana anuncia tu partida
y te desprendes de mi cama
como barca de la orilla.
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