No tengo tele en casa. Bah, tengo uno; nunca lo prendí. Le dibujé una sonrisa hace dos meses y nos saludamos todos los días. Se ha hecho amigo de mis libros, pues descansan lomo a lomo. Suelen cubrirse del polvo de los días y cada tanto los desnudo con música de fondo...
En fin, sí, supe que se había muerto "el último estadista", ¿qué puedo hacer? A veces el mundo, con su ruido ensordecedor, me resulta indiferente.