Mis manos pretenden tu cintura
ingenuas en su andar,
ellas nada saben mirar
más allá de tus caderas;
tienen el alma en pena
y un enigma por descifrar.
La dulce silueta de tu espalda
guarda secretos inconfesables,
conoce húmedos abismos
[insondables]
en los que me sumerjo
[perplejo]
en nada temo al olvido;
acepto su ley implacable.
Cuando escampa la lluvia
un silencio nuevo abraza la tierra;
así descansas en mi pecho
[entregada desnuda a tus sueños]
tras haber arrojado luz
en las aristas del misterio.