El día somete tus ansias
a la condena amarga de las horas,
anclada, inmóvil, fundida,
en la piel de todas las cosas.
Besando palmo a palmo cada ser,
queriendo penetrar su silencio,
perfumas de color su rostro
en las entrañas mismas del tiempo.
La noche libera al fin tus pasos,
sedientos del camino que añoras;
y así huyes al encuentro
(fatal)
de una nueva aurora...