Entre tus manos y mi carne
se halla mi piel encendida,
de banal deseo ardiente
en los albores del día.
Lenguas doradas de locura
descienden raudas por mi espalda,
furiosas estallan
[harto húmedas]
ahogando en éxtasis mis ansias.
Inquieto miro tu rostro
vencido ya por el fuego;
enmudecen mis brazos,
en tu cuello,
y nos absorbe el silencio...