Ahora, que me ignoras,
¿me confinas realmente al olvido?
Cuando callas de este modo nuevo,
no con tu mirada acariciando mi piel
sino con este frío silencio de invierno,
¿nada añoras de todo lo mío?
Pasan las horas y vos aquí,
[detenida]
en el amargo desvelo de mis noches
y en el áspero letargo de mis días,
pues aquel infernal dorado de tu pelo
zigzaguea en mi memoria
e implacable me encandila.
Dos tiernas palomas se posan en mis manos:
una bebe mis lágrimas,
la otra susurra cantares a mi oído;
diciendo, entre sollozos,
que mi dolor les duele,
pero que el tiempo nada teme
en la espera de mi gozo.
Me resuelvo entonces
a soltar mi dicha otra vez,
a los aires, a la tierra, al agua o al fuego;
nada guardo en mi pecho
si he de crearme un mundo nuevo…
Al que ya no gobierne tu sonrisa
ni tenga por música tus besos,
hoy decreto que crezca la hierba
donde duermen mis cenizas.
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