Me causa cierta sorpresa esta nueva moda que yo llamo del "unomismismo". Muchos llevan en sus bocas palabras cuyo significado no viven a fondo, sentidos que nunca han padecido o no han parido con dolor, o como para llorar al ver una vaca luego de haberse quemado con leche.
Saber por uno mismo qué implican ciertas cosas, que son determinantes a nivel existencial, es algo serio, pero se repiten cada vez con mayor frecuencia y con tanta liviandad que no surten demasiado efecto y pasan de largo. O lo harán en poco tiempo más, cuando esto acabe como acaban todas las modas; es decir, siendo negadas por una novedad más nueva todavía.
Digamos que "garpa" decir, bloggear, postear o tweetear, "vos mismo tenés la respuesta" u otros giros por el estilo que ahora no recuerdo, para que se sumen voces de aprobación que no forman sino un coro informe -valga la contradicción- que, en vez de reforzar la idea como los coros del teatro griego, hacen que se pierda lentamente como un eco en la montaña: fuerte y sorprendente al comienzo, vago y lánguido con el tiempo, inútil al final.
A ver, estas redes sociales son una herramienta fantástica, confío mucho en lo interesante que pueden llegar a ser y que son muchos los fenómenos que tienen origen a partir de estos contactos, pero, como siempre, esto exige un esfuerzo de comprensión, de "aprehensio" (según el latín), de interpretación de la palabra y de lo que ella conlleva; que no es momento todavía de que logremos verdaderamente comun-icarnos estos significados de enorme valor vital. Edmund Husserl, un gran pensador alemán de fines del XIX y principios del XX, enseñaba -casi al pasar- que en este fenómeno del lenguaje las palabras evocan, por decirlo así, un significado, un sentido: aluden a él. ¿Cómo? Pues haciéndose transparentes. Cuando oímos la palabra "rosa" abandonamos la mera expresión, fonética o escrita, y vamos tras su significado, pues es como si desapareciera de nuestra atención, e incluso del significado saltamos al objeto que es, a su vez, evocado.
Sin embargo, hay... no sé, como un cierto aire que se respira en esa pose estética del "unomismismo" que me hace ser conservador respecto al estadio que todavía atravesamos en torno a estas redes, y no confío en que lo que nos sucede sea mucho más que eso: una simple pose estética porque garpa decir estas cosas. O, lo que es peor, un grito desesperado de soledad, la misma que nos lleva a estar presentes aquí para poder, de alguna forma, "existir". Entonces, cuando un partidario de la moda "unomismista" levanta la bandera, aplaudimos al unísono con el grito -o marca- de "me gusta"; incapaces por cierto de detenernos lo suficiente sobre lo que se nos está ofreciendo para meditarlo y contrastarlo con el a-veces-horrible-gris de la vida cotidiana; y apurados para poder "me gustear" otras poses estéticas en las que no podemos estar ausentes.
En fin, no me disculpen, gracias, no es que no lo necesite. Entoné la palabra y aquí está mi voz; soy "socratista" antes que "unomismista", amo el silencio y la palabra que es hija de su hondura, y, aunque no detesto la otra, la prostituida de cientos de formas, prefiero detenerme a tiempo cuando logro darme cuenta de ello, de dónde y cuándo es necesario o vale la pena hacerlo. Pues vamos, que ya Sócrates cristalizó la idea -y la forma de vida que conlleva- en la sentencia "Conócete a ti mismo".
Por otra parte, también prefiero, a ciertos intervalos, “inexistir” como dijo Dolina, pues a veces el mundo, como ya he dicho, con su ruido ensordecedor, me resulta indiferente.
En fin, cada cual atiende su juego, y del dicho al hecho...
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